El diván del Tenis
Abrimos este nuevo espacio en el que contaremos con las aportaciones de nuestro gran amigo tenista y psicólogo Federico Verástegui. Este artículo de Fede es de los años 90 , pero muy relevante aún.
INTRODUCCION:Thomas Arnold, pastor protestante inglés, cuando fue nombrado director del colegio de la localidad de Rugby, introdujo por primera vez, entre otras materias, los deportes en el plan de estudios de dicho colegio. Esto ocurrió en 1828 y tuvo una influencia enorme posteriormente en la educación inglesa.Con ello, Arnold pretendió desarrollar ciertas aptitudes psicológicas deseables en sus alumnos: disciplina, dominio de sí mismos, respeto al adversario, control de sus impulsos; en fin, todo lo que podemos condensar con la palabra “deportividad”, que hoy ha trascendido su ámbito propio y se aplica a muchas otras actividades.
LA PSICOLOGIA Y EL TENIS:Por tanto, la importancia del deporte en la formación psicológica del individuo se puso de manifiesto desde los propios inicios del deporte. Sin embargo, hasta el siglo XX no se ha apreciado en su medida la importancia que puede tener la psicología en el deporte. Es de esto, fundamentalmente, de lo que vamos a tratar hoy aquí, ciñéndonos a una modalidad en que, precisamente la psicología juega un papel primordial: el tenis.Cuando se me propuso exponer mis ideas sobre el tema, acepté ilusionado ya que, en más de 25 años participando en competiciones tenísticas- con escasa fortuna, la verdad sea dicha- he tenido tiempo e interés en estudiar las peculiaridades psicológicas de este deporte. Además, la práctica profesional de la psicología clínica durante 13 años, creo que me ha dado ciertas pistas (nunca mejor dicho) sobre lo que puede pasar por el interior mental y emocional de los sufridos tenistas.Califico de este modo a los que practican este deporte porque, desde que se comienza a aprender, requiere grandes dosis de paciencia o lo que los psicólogos llamamos”tolerancia a la frustración”. En cualquier otro deporte, el iniciado obtiene en seguida algún tipo de satisfacción. El tenis, por el contrario, solo ofrece decepciones al principio: no hay manera de darle a la pelota con las cuerdas de la raqueta, ni con el marco a veces. Si se le da, se lanza sin dirección alguna. Y después hay que pasar un buen rato agachadorecogiendo las pelotas esparcidas por toda la pista y por fuera de ella. ¡Resulta patético! La conclusión es el alto índice de abandonos que se producen.Cuando uno, tras mucho empeño, ha conseguido llegar a un nivel aceptable, como para iniciarse en la competición, comienza otro rosario de desdichas. De todas ellas, tal vez la más difícil de superar consista en alcanzar el equilibrio necesario entre la cantidad de entrenamiento y la motivación y el interés, ya que, en niveles normales, suelen ser inversamente proporcionales: es decir, el exceso de entrenamiento baja el índice de interés y este aumenta cuando la práctica es escasa. El resultado es que nunca hay forma de combinarlos adecuadamente y siempre se pierden los partidos por exceso del uno y ausencia del otro.
PERSONALIDAD Y TENIS:
La cuestión es que el tenis es uno de los deportes que más influyen en la
personalidad y, a su vez, que más influido está por ella. La prueba es que se nos hace
difícil pensar en un tenista que no exhiba alguna peculiaridad personal: Lendl, la
muñequera gigante y tirarse de las pestañas; Agassi, la exótica vestimenta; Arancha, el
extraño aparato sujetapelotas; McEnroe, nada, porque todo él es ya peculiar, y un largo etc.
En cuanto a las características de la personalidad que influyen en el tenista, tal vez
la más destacada venga dada por la manera de manifestar los impulsos agresivos.
La agresividad, como manifestación instintiva, puede dirigirse hacia el exterior de
uno (heteroagresividad) o hacia uno mismo (autoagresividad). El tenista de competición
precisa el primer tipo: la heteroagresividad, o agresividad orientada hacia el otro. Igual
que en cualquier deporte en que al rival se le tiene enfrente.
La civilización, en términos de especie, y la educación, en la dimensión individual,
han proporcionado herramientas al ser humano para controlar y orientar la agresividad de forma adecuada. Pero también ha desarrollado conductas inapropiadas a partir de una represión de la agresividad. Una consecuencia de la represión de la agresividad es la reorientación de la misma a objetos diferentes. Se produce entonces una canalización de la agresión reprimida dirigiéndola hacia personas u objetos que no tienen relación alguna con el motivo que provoca la agresión, generalmente una frustración. En el caso del tenis, lo
más común es que sea la raqueta la que pague y reciba todos los golpes. Aunque puede ser el árbitro, el entrenador, un familiar o un espectador el objeto sustitutivo de la agresión.
Si, por el contrario, la agresividad se dirige contra uno mismo, esto provoca
sentimientos de infravaloración, de falta de seguridad y de culpabilidad. Estos últimos son frecuentemente los responsables de que un cierto tipo de competidores se sientan
incapaces de imponerse a su rival, dado que le acarrearía un grado de ansiedad intolerable.
Así se explica que un partido que se tiene ganado se termine perdiendo cuando se llega al fatídico mach-ball.
PROBLEMAS DEL TENISTA DE COMPETICION:
El alto grado de concentración que requiere el tenis y el sostenerla durante un largo
periodo de tiempo es una de las mayores dificultades en la competición. En general, las
personalidades introvertidas tienen mayor facilidad para concentrarse en diferentes tareas y por tanto, a un jugador introvertido lógicamente le sería más fácil conseguir esa
concentración, sin embargo encontraría dificultades al tener que afrontar la competición ante un numeroso público, donde, por el contrario, el jugador extravertido se puede sentir a
sus anchas.
El grado de tensión que provoca la necesidad de concentración y de control
continuo de la situación, puede ser más soportable en tenistas que tengan ciertos rasgos psicopáticos, ya que se muestran más insensibles en situaciones emocionales, pero al mismo tiempo se sienten más estimulados por una situación de riesgo. Por el contrario,
este tipo de personas suelen tener dificultades para acatar las normas y bastante facilidad para meterse en conflictos. Además, su rechazo de la autoridad paterna se hace extensivo a cualquier otro tipo de autoridad, lo que provoca que sean muy difíciles de manejar por sus profesores o entrenadores.
Por el contrario, el jugador más sensible y más dócil también puede verse seriamente
perturbado por toda la situación de ansiedad que acarrea la competición, disminuyendo gravemente su concentración y su rendimiento.
Es, por tanto, tremendamente difícil reunir las condiciones psicológicas precisas para
triunfar en la alta competición tenística.
—-Federico Verastegui ——-1993